Una se congratula de observar la reiteración en los medios del valor del deporte femenino. Son hechos y sus excepcionales referentes las que se han ganado a pulso el respeto de los que amamos el deporte. Los dos últimos J.J.O.O. configuran la mayor de las certidumbres en este sentido. Aunque si observamos, algunas de esas grandes campeonas han tenido y tienen propias carreras y apoyos más allá del deporte institucional, esto es, han tenido que ir fuera a ganar nuevos sponsors para soportar económicamente sus carreras. Y ahí están y lo han conseguido. Sus méritos, sin duda, casi el noventa por cien les corresponde a ellas.
Y al hilo de todo esto, y de los inmensos mensajes que se reiteran en foros y medios de comunicación de apoyo al deporte femenino, la realidad es contrastada y lo que primero observamos, no es otra cosa, que la inexistencia de ligas profesionales, de convenios colectivos, de situaciones de impunidad ante despidos por causa del embarazo, con un porcentaje de sólo el uno por ciento de contratadas. Esto sí que es un escándalo, por no decir que están sumidas en la mayor de las irregularidades laborales. Y todo ello, generando una praxis de limitación de derechos que tienen que ver, con el hecho de que no cotizan por ellas en la seguridad social; y las pocas que se les hacen, no cubren la época de la pre-temporada. Y todo ello, bajo la mayor de las impunidades. Cuando se producen los famosos impagos, no pueden ir a la comisión mixta, al igual que sus colegas masculinos.
Y así seguimos, por ejemplo, en el hecho de los avales, secundados en cifras mínimas, que no varían desde hace años. Carreras deportivas brillantes, a las que una vez que terminan, ni siquiera tienen la satisfacción de que hayan cotizado por ellas. De hecho, se enfrentan a problemas de ubicación profesional. La vinculación de la licencia, con regulaciones temporales y de condiciones, que las condiciona a una supuesta carta de libertad, que si la quieren merecen pagar unos traspasos, que nunca han sido cuantificados por ella. Al contrario de sus colegas masculinos, que prevalece el texto de la relación contractual frente a la licencia. Y ya, poco o nada, decir de sus derechos de imagen, que negocian con ellos, sin ser conscientes, al no poder enarbolar ni el Real Decreto 1006, ni el convenio, porque no existe ningún convenio colectivo en el deporte femenino profesional, ni siquiera en el contrato, porque la inmensa mayoría de las jugadoras no lo tienen. Y así, podríamos hablar de agraviados, y discriminación de unas profesionales en mor de su profesión.
Teniendo en cuenta esto, una lee en la prensa la interesante iniciativa del acuerdo entre Iberdrola, Liga y RFEF sobre la denominada ‘Iberdrola Primera División Femenina RFEF’. Una iniciativa, marcada bajo el Programa Universo Mujer, en el que las empresas que participen tendrán una desgravación fiscal de hasta el 90 por ciento.
Me imagino que esta iniciativa tiene que ver con el tema de la presencia y visualización de los medios de comunicación. Aunque sería interesante, ir más allá de profundizar esa promoción del deporte femenino en analizar si bajo la marca de la esponsorización, hemos ido más allá y llevar una política de RSC en relación a apoyar acciones en las que las destinatarias últimas de verdad son beneficiarias, con valores esenciales como la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres y el fomento de la carrera profesional de las mujeres. Y no sea sólo el elemento reflectante de los medios de comunicación, pero en el que sigue subyaciendo la discriminación de unas mujeres que merecen todo el respeto y la consideración. Y siguen siendo reclamadoras de una igualdad real, en relación a situaciones laborales no declaradas. Y en eso hay responsabilidades a compartir.
María José López González
Abogada